MARYCHUY CASTILLO
Lejos, o desaparecidos a la vista de todos, están aquellos días en el que se extendía la mano para pedir un milagro, un favor. En aquellos tiempos, lo que más se pedía era la salud. Sin importar nada, cada que pudo ayudó a los más necesitados, desde el mendigo de la esquina, hasta aquel proveniente de una casa ostentosa. Todos tenían el derecho de pedir, y a todos se les respondía dentro de las posibilidades. Claro que la prioridad eran los desamparados, pero defendió a quien era señalada directamente, pidiendo que los que estuvieran libres de pecados lanzaran la primera piedra. Jesús propagó un mensaje de amor, el cual fue regresado a él en base a dolor físico e injurias sociales. Meditó dentro de sí mismo cómo serían sus últimas horas, en el proceso que conocemos como la pasión, y conoció la verdadera condición humana; fue tan castigado, tan lastimado emocionalmente; vio cómo su filosofía fue insuficiente, sufrió por los que sufrían por él. Seguro la naturaleza humana lo sorprendió, ya que al final, preguntó al mismo padre por qué lo había abandonado. Verdaderamente no previó que merecía tanto, aún cuando sabía que su destino era perecer a través de tan violentísimo método como lo es la crucifixión.
La aprehensión fue brutal, rodeada de esclavos del poderoso que impedían que avanzara cómodamente. El juicio totalmente injusto; un proceso que montaron porque necesitaban juzgarlo ya. Aún con eso, las evidencias no lo condenaron, no era un agitador, no buscaba fama o gloria. Los actos que le parecían más horripilantes a los jueces era… ¡hacer milagros! (el sábado, como si ese día no hubiera necesidad). Lo que finalmente lo condenó fue hablar en su defensa. Todo ese tiempo se quedó sólo, los que estuvieron cerca de él lo negaron, no una, dos, sino tres veces. Esos con quien se acompañó para difundir su política de amor entre las personas, esos que estuvieron con él en la última cena lo desconocieron… Todos los que creyeron en él se callaron, y todos los que ayudó desaparecieron. Su familia, y menos de los “amigos” que imaginó, lo apoyaron sin detener el arrastre de la cruz y cuando lo clavaron a ella, no porque lo abandonaron como los otros, sino porque él les había pedido mantenerse al margen, ya que ese era su destino, esa era su misión.
De testigos.- Sólo algunos nos acordamos de todo lo que hizo por la gente, y del mensaje que el señor nos dejó, cosa que nos pidió se aplicara a todos los temas de la vida. ¿Usted se maneja por influencia de terceros o por la verdad que habita en su corazón recordando aquel momento cuando lo aceptó?