Marichuy Castillo
Proclamen en las fortalezas de Asdod y en las fortalezas de
Egipto: «Reúnanse sobre los montes de Samaria y vean cuánto
desorden hay en ella, ¡cuánta opresión hay en su medio!». «Los que
acumulan en sus fortalezas el fruto de la violencia y el saqueo no
saben actuar con rectitud», afirma el Señor.
Amós 3:9-10
El huracán Otis, uno de los más poderosos registrados en la costa del Pacífico mexicano, provocó la muerte de al menos 27 personas y la desaparición de otras cuatro. El fenómeno, que alcanzó la categoría 5 al tocar tierra, azotó el estado de Guerrero, especialmente Acapulco, con vientos constantes de 260 km/h y ráfagas de hasta 315 km/h, que causaron graves daños en la infraestructura y afectaron el suministro eléctrico, las comunicaciones telefónicas e internet. El paso del huracán también dejó daños en las fachadas de comercios. Además, algunos vecindarios de Acapulco quedaron inundados debido al desbordamiento de ríos y arroyos.
Y, en medio de la terrible desgracia que, evidentemente sufren muchas personas que perdieron familiares, enseres, comida, servicios básicos y hasta sus moradas, un terrible espíritu transita entre ellos: los saqueos que aparecieron en varios puntos del estado en medio de la crisis de víctimas, y tiendas como Oxxo, Coppel, y Elektra, además de supermercados, que fueron objetivo de un comportamiento tan insulso como el mismo que la gente que los gobierna. Aprovechando la vista gorda que policías y autoridades ponen ante estos hechos, muchos ciudadanos, (que no todos y que claro, y que no representan al pueblo de Guerrero), dejaron de lado la comida, insumos básicos y hasta de carácter medicinal por llevarse electrodomésticos, electrónicos y hasta vehículos automotores.
La reflexión que para muchos tiene varios sentidos. Por un lado, en caso de que la catástrofe continúe, pues parece que las lluvias no terminarán por aquellos lares, ¿cuántas pantallas de televisión, freidoras de aire o teléfonos celulares podrán calmar el hambre de una familia? Además, de la posibilidad de que varias marcas cierren tiendas o concluyan sus actividades en la zona, tal como ha pasado ya en tierras guerrerenses. Sin olvidar, muchos ciudadanos de México que se han desmotivado para mandar apoyos y ayuda a una sociedad que prioriza el lujo antes que la vida en condiciones de supervivencia. Y añádale a esto que los donativos solo podrán llegar por la vía gubernamental, cosa que aumenta la sospecha de mal uso de todo lo que pudiera mandarse a esa zona.
Varios piensan con tristeza que estos actos reflejan la cruda realidad que siempre se nos ha dado de los políticos: el pueblo tiene el gobierno que se merece. Pues lo que muchos gobernantes, o aspirantes a gobernantes hacen exactamente lo mismo que estos ciudadanos: priorizar su beneficio personal, pensar en lujos y ambición, sin considerar las necesidades básicas. Tenemos a gobiernos que primero verán por ellos, y nunca por las necesidades básicas. Disfrutemos lo que hemos logrado como sociedad.