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¿Por qué nos resistimos hoy a leer literatura?

¿Por qué nos resistimos hoy a leer literatura?

José Martínez

Ayer se conmemoró una vez más el Día Internacional del Libro y el Derecho de Autor, como cada año el 23 de abril, instituido por la UNESCO desde 1995. Tres desapariciones coinciden con esta fecha: el fallecimiento de William Shakespeare, Miguel de Cervantes Saavedra y Garcilaso de la Vega. Tres escritores que han pasado la prueba del tiempo y siguen vigentes hasta la actualidad.

Pero ¿cuánto leemos realmente? Hace días conversaba con una integrante de la congregación religiosa de los Testigos de Jehovah y coincidimos en que uno de los libros con mayor venta en el mundo es la Biblia en sus distintas versiones, sin embargo, paradójicamente no por venderse mucho es el libro que más se lee. Y así sucede con dos de los clásicos arriba mencionados: Shakespeare y Cervantes son los autores más mencionados pero los menos leídos, al extremo de que hay quien cree que Romeo y Julieta es una novela romántica.

Lo peor, no obstante, es que hay quienes creen que la lectura es tan solo un pasatiempo, que únicamente los desocupados (no los desocupados lectores, como diría Cervantes) son los más aptos para realizar esta actividad ociosa. La lectura es en cambio tan necesaria que no basta con juntar letras y sílabas como nos fue instruido en la educación primaria. Si pensamos que la lectura es innecesaria no somos más que analfabetas funcionales que estamos limitados para articular un discurso que tenga el mínimo de coherencia y cohesión en sus palabras. En este sentido nos reclama el gran Ricardo Garibay, y con mucha razón, que ninguna experiencia es tan válida como aquella que tiene el respaldo de la lectura, es decir, aquel dicho de que “más sabe el diablo por viejo que por diablo” se queda sin efecto.  He sido testigo de cómo un niño que lee posee mayor capacidad cognoscitiva si es un niño lector, hay más soltura en su lenguaje pues posee un vocabulario más amplio que cualquier otra persona. Y el análisis así como el cuestionamiento a las cosas que suceden a su alrededor es una constante. No es que el niño que lee sea un genio o un escogido por Dios por su talento, es, simplemente, que su cerebro realiza gimnasia y ejercicios que desarrollan en él una función a la que los demás se resisten con las conocidas frases de que “leer es aburrido” o “es que no tengo tiempo para la lectura”.

Leer sí importa y es esencial para el desarrollo del pensamiento del ser humano. No leemos para ser personas buenas pero sí para darnos cuenta que podemos ser mejores. No leemos para ser más sabios que los demás sino porque la lectura se convierte en una forma de vida y al mismo tiempo nos dota de una gran fortaleza espiritual. Revísese nuestra historia y véase cómo el invento de la escritura fue la fuente del levantamiento de grandes civilizaciones e imperios, el pensamiento como una expresión práctica de interpretar y transformar el mundo.

HABERES

Por cierto, una de las instituciones que debería estar celebrando en grande el Día Mundial del Libro y Derecho de Autor es la Secretaría de Cultura, pero desafortunadamente no se vio ni se supo nada. En su página de Facebook, la cual no tiene movimiento desde el mes de febrero, simplemente no se publicó nada. El pretexto puede ser la veda electoral, pero más bien se vive una veda cultural.