Luis García
En verdad que lo sucedido ayer fue sorpresivo, pero a la vez agradable para los tabasqueños. Sorpresivo porque nunca un presidente había sido tan abierto en manifestar lo que piensa y dejar sentir a un grupo muy fuerte de ciudadanos, con fuerza, poder político para caminar por todos los distritos que representan, para difundir lo que podría ser la palabra del guía moral de quien hizo el partido Morena, quien lo fue diseñó de tal manera que nadie de los que a él le interesaban quedarán fuera de su nueva estructura, la que le permitiría tomar el poder no para seis años, sino para 12 o hasta 18 años, dependiendo mucho de cuanto puede aguantar el ciudadano común y corriente.
La estructura de Morena se transforma, se amolda a los designios del presidente, pero además lo hace de una manera obediente con la seguridad de que él los llevará por el lado correcto de la historia, que además de ello les permitirá armar sus propios peculios con el manto protector de alguien que jamás los traicionará, claro a menos que la traición sea primero por sus seguidores o personas de confianza.
El hoy partido en poder, conoce de obediencias, la mayoría de ellos, vienen precisamente de ser parte de la conveniencia, de la traición, de la lambisconería, no les cuesta trabajo, hacerlo, ahora con su nuevo mesías como lo fueron por muchos años líderes priístas, panistas y hasta perredistas. Claro que todo ello se ve desde la perspectiva del poder, como una forma natural de las cosas, pero desde afuera, las estructuras que no están ligadas al poder, detectan un dejo de adulación y de sumisión a las palabras del gobernante.
Todo lo anterior se debe precisamente porque ayer el presidente hizo una arenga a favor de su secretario de Gobernación su paisano Adán Augusto López Hernández, precisando lo siguiente: “A ver, vamos a poner a consideración, vamos a hacer una especie de encuesta, de consulta, rápida, breve. Verdad, díganme si sí o no ¿Verdad que tenemos un buen secretario de Gobernación?”
“¡Presidente, presidente!”, gritaron los legisladores al secretario de Gobernación. Y el mandatario volvió a arremeter: “Que nos ayuda mucho, que está a cargo de llevar a cabo la conciliación, los acuerdos con legisladores, con gobernadores, con la Fiscalía General de la República, con el Poder Judicial. Me ayuda mucho, me aligera la carga el secretario de Gobernación”.
Con eso era suficiente para que todos los asistentes, dieran por hecho que el mensaje del mandatario de la Nación es directo, es claro. No es Claudia, no es Marcelo es Adán. Las lecturas de los presentes, fue muy cerrada quizás, pero también lo que hizo Obrador fue una jugada maestra.
Muchos podrán señalar que fue estrategia de medición del habitante del palacio Nacional. Se comprueba además que tenemos en la presidencia a una persona que conoce todos los recovecos y engaños de la política. Mientras tanto Claudia Sheinbaum y Marcelo Ebrard, no alcanzan a precisar si todo era parte de un engaño, o es que definitivamente su jefe les estaba diciendo, no se hagan bolas. Muchos aún no acaban de entender lo sucedido. Mientras López Obrador seguía sonriendo con esa forma socarrona que lo caracteriza. Jugada maestra, no hay duda.
DE SALIDA. Ayer el presidente de México, dio a conocer que enviaría la iniciativa de reforma constitucional en materia electoral, que tiene como objetivo que los procesos futuros sean controlados por un poder, en este caso el Judicial. Dice en su explicación que no hay intención de que se imponga un partido único. “Lo que queremos es que haya una auténtica democracia en el país”. El nombre sería Instituto Nacional de Elecciones y Consultas (INEC) integrado por ciudadanos postulados por los Poderes Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los cuales elegirá el pueblo de México de manera directa en el primer domingo de agosto de este mismo año. Creo que la intención es buena, pero tampoco confío en ninguno de los poderes establecidos. Todo al final será siendo dirigido desde el poder. Más de lo mismo.
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