SI EL CONCLAVE FUERA EN TABASCO

MARYCHUY CASTILLO

De entre los cardenales se erigirían dos grandes grupos, aunque todos ellos representen ideales distintos debidos a la formación que hayan tenido, o al mismo pueblo del que provienen. Olvidando por un momento el pasado, sabrían que tienen que estar allí en el mismo recinto para ponerse de acuerdo y elegir un nuevo máximo representante.
Los derechistas, más conservadores, tendrían a su servicio una aparente mayoría, pero ojo, la elección del nuevo papa no funciona por mayoría relativa, sino por consenso unánime. Los izquierdistas, más “liberales” serían menos pero con la energía y fuerza suficiente para paralizar todo. El último pontífice supremo, de extracción derechista, habría dejado la sede vacante, y claro que los de su corriente apoyarían a alguien que continúe con esos ideales. Los del otro lado, amenazarían con tomar la tribuna en caso de sufrir un “imposición”. Poco a poco las formas se van perdiendo, pues aprovechándose de la falta de testigos, allá pueden comportarse a como quieran, a fuera, es otra cosa, o dirán otra cosa. Se levantarían con mantas improvisadas, amenazarían al Cardenal Decano para que deje de presidir el evento, y tomar por la fuerza ellos la voz. Comentarían su intención de poner un papa afín a ellos, pero rechazarían las opiniones contrarias, señalándolas de injustas, o quizá diabólicas. Los eclesiásticos se dividirían en dos fracciones, antes de volver a calmar los ánimos. Se procedería a la elección “libre y secreta”. Por ser mayoría, unos tendrían la mejor ventaja para alzar a un nuevo papa, pero los otros se sentirían robados y exigirían un conteo voto por voto. Después de comprobar que no llevan preferencias, exigirían que los intereses mezquinos se hagan presentes para poder sacarlos del juego. Ni existiendo tales intereses, robarían la urna contenedora de los votos, la llevarían al interior del grupo de izquierdistas reunidos y quemarían los votos que favorecen al candidato opositor. El Cardenal Decano aquí ha llamado a la mesura, pero es menos escuchado que nunca, otro lo increparía y lo atacaría ferozmente y lo tiraría del estrado. La trifulca se arma, pero, aunque son menos, son más fieros y los opositores inventan hasta una porra para vociferar sus intereses, tachar a los demás de corruptos, y salvarse así mismos, todo en una frase pequeña, pero eso sí, pegajosa. Para no hacer más largo la estancia entre los dos, los derechistas accederían a proponer el nombre del candidato de izquierda, pero por alguna extraña razón, ellos la rechazan. No están conformes con nada. Así, un tercero en discordia sale presente; su pasado era de derecha, ahora se presenta como izquierda. Con todos los ánimos calmados, más por el cansancio que por la razón, muchos duermen, entonces este tercero aprovecha para suplantar el voto de todos los allí presentes. Escribe su nombre en todas las papeletas, él mismo cuenta los votos y los quema con los químicos necesarios para hacer el humo blanco. En las afueras celebran al nuevo Papa, que sale rápidamente para saludar a los feligreses. Los otros despiertan de su descanso para darse cuenta que les han comido el mandado. Aceptan al nuevo pontífice, pero salen a los medios a decir que es una imposición pero que tratarán de alinearse. Es un octogenario, no durará mucho, y entonces para la próxima sí… habrá un papa izquierdista… ya nada se los impedirá.
De testigos.- Más de una semana y contando desde que rabiosa y perredistamente, por las buenas o por las malas, tendría que irse el Fiscal del Congreso – como me río con mi boca- dice Paco.
De acusados,- Nadie defiende la camiseta, nuestros valores, nuestro deporte, el futbol y el beisbol, y les digo con toda la fuerza de mi voz, ¡YA VERAN CUANDO TENGA MI TELEVISORA¡