Cualquier parecido… Y vendrán falsos profetas.

Por: Marichuy Castillo

Traduzco: Ser periodista en Colombia, hasta hace poco era un oficio prestigiado, así no fuera ni bien pagado, ni la mejor manera de hacer amigos. Sin embargo de un tiempo para acá, esa aureola respetable, con que la sociedad nos ungió en años, pasados se ha ido evaporando en la medida en que la opinión pública, que no es tonta, se ha dado cuenta que el periodismo que se practica hoy en Colombia, es sinónimo de soberbia, de likes, de arrogancia y genuflexión, ante los poderes económicos y políticos, y que valores como la independencia y la ética son parte de la prehistoria. Ese repudio y hastío frente al papel que desempeñan los periodistas y los medios se hace cada vez más evidente y sobrepasa incluso las críticas a la corrupción de los partidos políticos y a las instituciones gubernamentales, es sorprendente también ver esa misma reacción en muchas víctimas. Algo debemos estar haciendo mal, porque hay un mensaje que la sociedad está mandando y que no debemos hacer a un lado con la soberbia que a muchos caracteriza, el periodismo ha perdido dignidad. Hay periodistas corruptos que han convertido el periodismo en un negocio, trafican con la información se aprovechan de su condición para acceder a lugares con el propósito de engordar sus bolsillos, mover procesos o conseguir dadivas, periodistas que se sienten intocables, porque las autoridades no los emplazan ni los investigan, hay columnistas que no declaran sus conflictos de intereses pero si tienen el coraje  de exigirlos a las autoridades, se meten a tocar temas en los que sus novios o maridos son protagonistas sin decirle a sus lectores cuáles son sus relaciones con el poder argumentando que se trata de su vida privada, hay periodistas que trapean el suelo con los funcionarios, con los actores políticos, piden que los investiguen no para descubrir la verdad de lo que acusan sino para nutrir su egoteca y su raiting. Se olvidan que el periodismo es una herramienta fundamental para garantizar la libertad de expresión y vital en una democracia, ojala que los periodistas se den cuenta que estamos a tiempo de enderezar el camino, y lo que menos necesitamos es que sea la sociedad quien nos situé en el lugar que merecemos y que si persistimos en seguir acabando con el oficios, terminaremos por finiquitarlo

(María Jímena Duzán, periodista Colombiana)

De acusados.-Con  la muerte de Moisés Dagdug, el despedazamiento entre compañeros, llega  a niveles  serviles jamás vistos.