Tres años después de la elección del Papa Francisco, los conservadores católicos romanos están cada vez más preocupados de que esté deshaciendo el legado de sus predecesores.
La popularidad del Papa entre la mayoría de los católicos y muchos no católicos le ha dado una imagen de cura de parroquia que entiende lo difícil que resulta a veces seguir las enseñanzas de la Iglesia, particularmente las que tienen relación con la moralidad sexual.
A los conservadores les preocupa que detrás de esa gentil fachada se esconda un reformador peligroso que esté diluyendo la enseñanza católica sobre temas morales, como la homosexualidad y el divorcio, mientras se concentra en problemas sociales como el cambio climático y la desigualdad económica.
Entrevistas con funcionarios vaticanos, incluyendo a dos cardenales y un arzobispo, además de teólogos y comentaristas, resaltaron los temores de conservadores de que las palabras y obras del Papa Francisco puedan perturbar a la Iglesia de 1.200 millones de fieles. Muchos conservadores sienten nostalgia de los días de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI.