Corrupción y cacicazgos contribuyeron a la crisis petrolera

Por: José Martínez

Los sindicatos fueron establecidos con el objetivo de proteger los derechos de los trabajadores ante los patrones, pero también para vigilar que sus agremiados cumplieran con sus obligaciones laborales. Fueron y deber ser instrumentos de equilibrio para evitar cualquier forma de conflicto que afecte a una u otra parte. La productividad y la generación de la riqueza, es el fundamento de la economía, con una distribución de los beneficios. Esa fue la idea en el origen, ya que la clase trabajadora padecía los abusos y explotación de la clase patronal, y no había quien defendiera su causa ante las autoridades; de ahí la necesidad de que hubiera un líder que los representara ante las eventualidades que así lo requirieran. Históricamente los sindicatos fueron una base para el progreso.

Lamentablemente la mayoría se pervirtió por sus líderes, por los caciques a quienes importó más su beneficio que el interés colectivo. En la actualidad, en el caso del Sindicato de Trabajadores Petroleros de la República Mexicana (STPRM), abunda un sinnúmero de acusaciones de los agremiados contra sus propios líderes. Llámese sección 50, 29, 48, 44, etcétera, siempre habrá analogías entre las quejas y denuncias presentadas por los trabajadores que acusan corrupción por parte de los jefes sindicales: no existe alternancia en el poder, y si la hay es únicamente entre cómplices o compadres, como sucede en la sección 50, con sede en Paraíso. Ahí, nos dicen los trabajadores, José del Carmen de la Cruz y Gustavo Guerra Espinosa, tienen 18 años alternándose como Secretario General y Presidente del Concejo de Vigilancia por encima de la opinión de los agremiados.

Los sindicalizados revelan una falta de rendición de cuentas, complicidad en los despidos, cancelación de plazas, retiro de prestaciones, así como represión contra quienes se atreven a ventilar a la opinión pública la falta de transparencia en el manejo del poder y los recursos. A estas alturas y con el ajuste que Pemex lleva a cabo, salen muchas prácticas en este círculo vicioso que se originan en el interior de los sindicatos petroleros, prácticas que a fin de cuenta han obrado en perjuicio también de la economía estatal y nacional.

La corrupción y el influyentismo que caracteriza a los jefes sindicales llega hasta la actividad política para empoderarse. Estas conductas prevalecen a pesar de la crítica situación. Los liderazgos han desviado el objetivo primordial por el cual surgen, mientras que sus agremiados sufren las consecuencias. Lo que sucede en la industria petrolera crea una reacción en cadena al aumentar la tasa de desempleo que a su vez afectará a todo un segmento de la economía, a las microempresas y prestadores de servicio que directa o indirectamente tienen o tenían algún tipo de relación con las compañías petroleras o con la misma paraestatal.

Si los líderes del STPRM se hubieran comprometido con el futuro del país sin duda que tendríamos una industria petrolera más sólida, una actividad rentable y productiva, pero sobre todo para los trabajadores del ramo un futuro estable. Ahora los petroleros –no sólo quienes laboran para Pemex sino también hasta los extranjeros que fueron atraídos por la bonanza- padecen los resultados del cacicazgo, el derroche, la sobreexplotación de un recurso que alguna vez soñamos de los mexicanos.

HABERES

TIENE  razón el diputado Marcos Rosendo Medina: es demasiado pronto para las calenturas sucesorias. El dirigente perredista José Rueda tuvo la ocurrencia de destapar a Ojeda, Mier y Terán, Fócil, Cantón y De la Vega para el 2018 cuando todavía falta el 2016 y el 2017.