Por: José Martínez
El poeta alemán Charles Bukowski, símbolo de varias generaciones, en su libro “El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco” (Anagrama, 2000), escribe estas palabras que ojalá sirvieran para dimensionarnos como seres sociales: “Todos vamos a morir, todos nosotros, ¡menudo circo! Debería bastar con eso para que nos comprendiéramos unos a otros, pero no es así. Nos aterrorizan y aplastan las trivialidades, nos devora la nada”. Hasta ahí la cita, y que no se diga que no usé las comillas.
Con esa verdad a cuestas, cualquiera podría salir del sueño egoísta del yo, dejar a un lado la individualidad que mata lentamente a los pueblos, porque después de todo, ¿a cuántos solitarios de este mundo no les agradaría que alguien les escuchara y se interesara en ellos?
Pero hoy amar al prójimo e impulsarlo ya no es la novedad. En estos tiempos el “yo egoísta” roe las pobres raíces que aún quedan de la comuna, y los hombres se enfrascan en perseguir su bienestar sin importar si con ello perjudican a los otros.
En Tabasco, de 1983 a 1987, gobernó un hombre con visión y gran sentido de la importancia de la familia, don Enrique González Pedrero, quien desde 1985 apostó por los Centros Integradores como una forma de organización para el desarrollo.
El mismo González Pedrero señalaba que esos espacios tenían por meta “arraigar a los ciudadanos en sus lugares de origen y hacer redituable el trabajo del campo, ofreciendo a la gente satisfactores adecuados en su propio medio”.
Y aquel proyecto dio resultados positivos, detonando en mucho el crecimiento y el sentido de la comunidad, poniendo sobre el mercado al individuo, situación que sufrió un gran revés con la entrada de Salinas de Gortari al gobierno, pues éste impuso el “modelo neoliberal”, con el que se sobrevino un mayor empobrecimiento y la vuelta al aislamiento.
En el actual gobierno de Tabasco, que encabeza Arturo Núñez Jiménez, a través de iniciativas como el impulso a la economía de traspatio en comunidades vulnerables, se apuesta nuevamente por la organización social, el sentido de la unidad y la autosustentabilidad de las familias.
La semana pasada, por ejemplo, en el municipio de Nacajuca, personal de la Coordinación para el Desarrollo Social de los Pueblos Indígenas de la Secretaría de Desarrollo Social (SDS), entregó pollitas ponedoras e insumos para sacar adelante el proyecto de crear las aves que más adelante producirán huevos y podrán consumirse.
Una labor con la que la administración estatal busca devolver las costumbres perdidas, aquellas cuando las familias eran autosustentables y aprovechaban los recursos que tienen a mano para vivir mejor. Sólo viviendo de cerca la realidad de la gente común podría valorarse lo que significa producir su propia comida, reconocerse autosuficiente.
Si esta labor de la SDS continúa así, impulsada por el mismo gobierno, podrán obtenerse mayores logros a corto y largo plazo, pero es necesario también que en Tabasco esas comunas puedan mirarse como hermanas, ser solidarias, y no como grupos divididos. Porque si algo ha dañado a nuestra gente es precisamente la creación de una desconfianza, donde todos salimos perdiendo.
HABERES
VARIOS son los actores que se cuelgan del tema de la CFE, entre políticos y activistas, o simples aparecidos. El gobernador Núñez anunció que analiza el convenio entre la Comisión y Sonora, para aprovecharlo en beneficio de los tabasqueños. Desde hace unas tres décadas se lucha por una tarifa justa; el gobierno logró un acuerdo para “borrar” la deuda, un primer paso.
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