Por: José Martínez
“La tierra se movió, todo crujía; un estruendo, ante nuestros ojos el edificio Nuevo León se vino abajo, una enorme nube de polvo lo oscureció todo. Después, sólo quedó el silencio”. Un párrafo tomado del diario la Jornada sobre el sismo de 1985.
La crónica va narrando toda la destrucción en la que terminó gran parte de la ciudad de México, pero, además, la devastación interior de la sociedad porque sus familiares quedaron enterrados entre los escombros, heridos, y otros más sin vida.
Fue un momento que sirvió para que los ciudadanos se comenzaran a organizar, sobre todo con las tareas de rescate. Hubo voluntad de ayudar y ayudarse, sin tener quizá la experiencia, sólo con el sentido de sobrevivir, y encontrar a los que gritaban debajo de los escombros.
Desde de ese terremoto, México siguió teniendo embestidas menores, pero que igual lo han lastimado, sin embargo, ayer el país en su mayoría quedó mudo ante una nueva sacudida; en este caso política, cuando definitivamente los números después de la media noche marcaban la victoria de Donald Trump como el presidente número 45 de los Estados Unidos.
Sí, el mismo que prácticamente mantuvo amenazado en toda su campaña a los mexicanos, el mismo que se burló hasta el cansancio de nosotros, y que sin el menor pudor hizo toda clase de señalamientos, hasta afirmar que mandaría a construir una gran muralla.
“Hay que estar preparados”, citó en una entrevista el historiador Enrique Krauze, y trajo a colación aquel sismo del 85, cuando la gente descubrió que siendo solidarios se podría volver a levantar.
“Sólo unidos podemos evitar que una catástrofe nos arrastre, tanto en lo económico, político y social, porque el nuevo presidente de los Estados Unidos golpeará fuerte”, sentenció.
Es posible que todo quede en el discurso para los reflectores y electores. Pero si las amenazas del republicano son ciertas y precisas, iniciarán las deportaciones y es probable que el peso mexicano se suba en un tobogán. La única esperanza es que hay una distancia enorme entre una campaña y cuando se es Presidente.
Efectivamente, no basta mirar hacia atrás, lamentarnos por la nueva tendencia xenófoba estadounidense reflejada en votos. De la señora Hillary Clinton no podemos adivinar qué suerte nos deparaba con su presencia en la Casa Blanca.
Ahora nos falta unirnos, ser solidarios, que la división marcada por la política tome otro rumbo y sirva para madurar rumbo al 2018, un año electoral donde seguramente la mano del vecino país gringo tendrá mucho que ambicionar.
Porque en contra tenemos la inseguridad pública, pobreza, desigualdad, corrupción: y ahora, habrá que lidiar con un personaje no político pero poderoso, el presidente de los Estados Unidos. Claro que esto también nos obligará a mirar nuestras propias fuerzas; no podemos seguir expulsando a quienes no podemos darles trabajo remunerado.
Pero el mundo requiere sensatez y los estadounidenses también.
HABERES
ADRIÁN Hernández Balboa, diputado del PRI, se quejó que es lamentable que su dirigente nacional haya mentido, porque a la fecha del anuncio que dijo sobre la llegada de un delegado a la entidad para llevar a cabo los trabajos del cambio de la dirigencia no ha pasado nada. El tiempo corre y los militantes exigen nuevo presidente en la entidad. Los dirigentes de los partidos deberán comprender que ya no hay estados pequeños, que en la contabilidad de los votos para las elecciones del 2018 todos valen. Se agotan los plazos para quien busque recomponerse.
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