In Memoriam al escritor René Avilés Fabila, el poeta Dionicio Morales, el escultor Enrique Carbajal, Sebastián, y el editor Esteban Ascencio presentaron el libro El gran solitario de palacio en el escenario Zona de la Cultura de la FULTabasco Internacional 2016.
Sebastián, el diseñador de la estatua Malinalli con que la UJAT premia a intelectuales, dijo que, además de la gran amistad que los unía, le diseñó a Avilés el logotipo que identificaba al suplemento cultural de del diario Excélsior que se llamó El búho y que después transformó en revista impresa y en los últimos años, en digital.
“René Avilés nunca negó su apoyo a los valores jóvenes y a los consagrados de la literatura mexicana”, destacó Sebastián.
El editor Esteban Ascencio fue directo para decir de El gran solitario de palacio, que era una novela del 68, porque basándome en más de 20 voces de cuando entrevisté a los líderes de ese movimiento que me narraron, particularmente lo del 2 de octubre y de días previos, y al leer la novela voy escuchado las mismas voces.
Así, que además de escalofriante el libro es también de humor, me arrancaba la carcajada como el dato de que de pronto llega un joven –al persiguen con un tiroteo los agentes– al que sus amigos le preguntan ¿son muchos?
“Sí, un chingo”, responde.
Por su parte, Dionicio Morales, recordó que este miércoles se cumplió, exactamente, un mes de desaparecido René Avilés Fabila, lo cual fue una gran sorpresa no sólo para sus amigos más cercanos, sino para el medio literario y artístico de México.
“Es difícil hablar de alguien con quien uno estuvo cerca, que compartió 50 años de amistad, de aventura de viajes de libros, de anécdotas; uno quisiera decir todo pero en unos minutos no se puede”, aclaró.
Por esa amistad con René Avilés, desde que tenían los 20 años, Dionicio Morales leyó un recado póstumo, aquí un fragmento.
Querido René;
Nunca pensé, porque no me di la oportunidad, que hubiera momentos como éste, para hablarte en la ausencia física me da trabajo, no por el sentido literario sino por el dolor tan reciente de tu desaparición.
De todos modos, como dicen, hago de tripas corazón, y aquí estoy tratando de hablar con precisión acerca de algunos aspectos de tu vida y de tu obra.
Sabemos, porque no hay manera de negarlo, que eres una figura importante en el medio literario y periodístico de nuestro país desde hace muchos años.
Sirvan estas líneas para recordarte como amigo pero también como escritor incómodo que eres, que nunca desperdició la ocasión para dejar en claro con crudeza y honestidad, con pasión, desgarramiento, malditez, desencanto, necedad, ira; pero, también, con reconocimiento, entrega, amor, furia y a veces hasta con tolerancia y generosidad, tu visión del mundo contemporáneo, sobre todo, lo que sucedía en este país.
Me siento muy honrado por tu amistad y de no pertenecer a tus amigos nuevos.
Nuestra amistad, creo, a pesar de ser vieja, ha crecido con el paso del tiempo, ha madurado a la par que nosotros y las desavenencias, que por supuesto se hicieron en varios terrenos, algunas muy graves, las dirimimos a pesar de la necedad de dos escorpiones que nacieron el mismo día, pero de distinto año.
Estoy cerca de ti con toda la alegría del mundo porque a pesar de los pocos meses de diferencia de nuestra edad aprendí muchas cosas de ti, de tu obra literaria, de tu periodismo cultural y político, de tus obsesiones, de tu malditez, de tus aciertos, de tus errores y, por qué no decirlo, de tus bajas pasiones, que son, las que sospecho, te mantenían vivo.
Sé que para el resto del mundo literario y político de México eres un cabrón, y para mí también. Aprendiste muy joven que pegar primero significa pegar dos veces.
Además de ser tu amigo, no se te olvide, soy un lector atento, conozco tu trayectoria, he seguido tus pasos literarios, tus entregas políticas y a esas dos actividades, con las consabidas conjugaciones, podría reducirse tu vida.
De tu vida personal no me ocuparé porque es más que pública y notoria si nos atenemos a tus novelas, a tus cuentos, a tus recordanzas.
Haciendo un rápido balance de tu vasta obra literaria y periodística, recuerdo que te iniciaste en la escritura como cuentista, pero tu primer libro editado fue una novela: Los juegos, que alborotó al cotarro literario de la época al exhibir con odio inusitado, con humor negro, corrosivo, al grupo poderoso y como gran pintor gritabas: ¡No hay más ruta que la nuestra!
A partir de ese momento manchaste con sangre tu fe de bautismo y desde entonces te veo instalado en el escándalo. El odio de algunos mafiosos de antaño todavía te persigue a pesar de que desde hace tiempo hiciste amistad con varios de ellos.
Esa novela no sólo sirvió de catarsis para darle cauce a tu joven malasangre, como escribió un crítico de la época, sino que también hizo renacer la rabia el sentido del humor, la maledicencia, y, desde aquí, recordada.
En El gran solitario del palacio descubriste el camino de una de tus grandes virtudes, que desde entonces no te ha abandonado, el ejercicio a toda costa de la crítica en un medio como el nuestro, literario y político, que no está acostumbrado a ello, más allá de la hipócrita palmada en el hombro…
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