Por: Felipa Ney
La semana pasada, fue encontrada sin vida una joven de 22 años de edad en Ciudad Universitaria, estaba colgada de un cable telefónico atado al cuello y no encontraron huellas de violencia; el primer boletín que emitió al respecto la procuraduría de la Ciudad de México, indicó que se trataba de una mesera y que tenía problemas con alcoholismo y drogadicción. Se dijo también, que vivía en concubinato con un joven, con el que la noche anterior habían estado ingiriendo bebidas embriagantes al interior de Ciudad Universitaria y también habían discutido, que él se retiró del lugar y no supo más de ella, hasta que fue enterado que la encontraron muertas. Tanto la madre de la víctima, como amigos, estudiantes y profesoras de la Universidad Nacional Autónoma de México protestaron por la revictimización que hizo la Procuraduría Capitalina de esta joven. Lo común que hacen las autoridades cuando se dan hechos como estos, son los de descalificar a la víctima, como si de esta forma el Estado se exculpara de la responsabilidad social que tiene y justifique la muerte de algunas personas. Por supuesto que este hecho que ocurrió al interior de la Ciudad Universitaria de la UNAM, pudo haber ocurrido en cualquier otra parte del país, o en cualquier otra universitaria, que de hecho se suscitan con mucha frecuencia. El asesinato de mujeres en este país ha ido en aumento cada día, sin que las autoridades tengan la capacidad de encontrar una respuesta, porque todo es parte de la descomposición social que vive este país, el problema de la marginación, del desempleo, de la desintegración familiar, del aumento del consumo de bebidas embriagantes y enervantes, principalmente entre jóvenes, todo lo que nos indica que somos una sociedad enferma y sus autoridades no se ocupan de ir a la raíz del problema, que ayude a desacelerar esta estrepitosa caída que lleva a nuestra sociedad al fango, principalmente a nuestros jóvenes. El lamentable hecho en el que perdió la vida esta joven de 22 años, que pudo tratarse de un asesinato o de un suicidio, debería servir para que las autoridades se ocupen de atender la problemática que viven los jóvenes de este país, que ante la desesperación en la que viven, abandonan la escuela, sus hogares, y en la calle se exponen a todo tipo de peligros que termina con sus proyectos de vida. En infinidad de ocasiones hemos señalado en este espacio, que el futuro de los jóvenes no debería ser el panteón, o la cárcel. Tienen derecho a tener esperanza de vida, a ser, a estudiar, a desarrollarse, pero el Estado no les está garantizando esta posibilidad, por el contrario, se las niega, al no adoptar políticas públicas que le ayude a reencauzar su rumbo, a no abandonar la escuela a encontrar un empleo lícito que les permita vivir de forma digna, sin tener que ir a realizar trabajos donde se comprometa su integridad física y moral.
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