POR: Felipa Nery
Con esta reciente sacudida por la naturaleza que vivimos los tabasqueños el pasado jueves y otras entidades del sureste del país, como Oaxaca y Chiapas, al registrarse un sismo de 8.4 grados, muchos dicen que parecería que la población de esta región está olvidada, no sólo por los gobernantes que poco se ocupan de sacar al sureste de la marginación y el atraso, con respecto al desarrollo en todos los órdenes que registran el centro y el sureste. Tabasco ha vivido en los últimos años eventos naturales y otros no tan naturales, que han llevado a alcanzar niveles de pobreza e inseguridad, que no se habían suscitado en las últimas décadas. Severos han sido los golpes de la naturaleza, como las inundaciones suscitadas a partir de 1999, la del 2007, la caída del precio del petróleo, lo que trajo en cascada, la pérdida de empleos, el cierre de negocios; y ahora, este sismo de 8.4 grados, que tenemos que admitir, que no nos fue tan mal, ante la magnitud registrada, en comparación con la desgracia que están viviendo hermanos de otras entidades, como los de Juchitán Oaxaca, entidad que registra el mayor número de pérdida de vidas humanas, con 76 muertos, sin que las autoridades federales y de aquella entidad se vuelquen en apoyar a este pueblo. Al parecer, el gobierno federal está muy consternado, porque el presidente Donald Trump no le ha enviado condolencias por el terremoto, y mucho menos apoyos económicos, como sí lo hizo el gobierno mexicano por el reciente huracán que azotó a Texas, donde de inmediato el canciller Luis Videgaray se hizo presente llevando despensas y voluntarios para auxiliar a daminificados, y ahora Trump, ni una llamada le ha hecho a Enrique Peña Nieto. En Tabasco, por fortuna, sólo se tiene conocimiento de cuatro decesos, entre ellos, el de un bebé que estaba conectado a un respirador artificial y que al faltar la energía eléctrica, falleció, lo que demuestra la necesidad de que los hospitales cuenten con plantas de energía eléctrica que puedan entrar de emergencia ante sucesos como éstos; también hubo daños en algunas viviendas y edificios públicos, escuelas, dependencias oficiales, y algunas propiedades privadas, como las Torres Dalí, y Zafiro, ubicadas en Tabasco 2000, que a simple vista muestran grietas y habían ordenado el desalojo de todas las personas que las habitaban, pero después de que ha sido revisada la estructura, al parecer, no hay daños mayores que pudieran llevar a la demolición de las mismas, según los reportes de protección civil, lo mismo que en algunos hoteles que también presentaron algunas grietas. Ser un sismo oscilatorio, y no trepidatorio, nos permite hoy a los tabasqueños quedarnos en la anécdota en relación al estrepitoso movimiento de tierra, pues recordemos que uno de menor intensidad provocó el mayor desastre de la historia en la Ciudad de México en 1985. En fín, que la lección que debe dejar este hecho natural lamentable, es que los hombres no pueden seguir desafiando a la naturaleza y considerándose superiores. Ya vimos, que el tapete se le mueve lo mismo a los poderosos políticos y económicamente, que hasta las personas más humildes de este pueblo. .
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