Lecciones de la elección (III)

Felipa Nery

Lo que decidió el pueblo de México y Tabasco el 1 de julio en las urnas electorales, fue optar por el cambio de régimen que les ofreció Andrés Manuel López Obrador, quien fue el promotor de esta Revolución pacífica que provocó un giró de 360 grados en torno a la representatividad de sus autoridades, y sin ningún freno, porque no sólo ganó el poder Ejecutivo con casi un 53%, (52.96%) de los votos, sino que también obtuvo la mayoría en el Congreso de la Unión, para tomar las decisiones que sean necesarias y que permitan alcanzar los objetivos propuestos por el candidato de la coalición Juntos Haremos Historia, que conformaron MORENA-PT-PES. El tabasqueño se ha echado una gran responsabilidad en sus espaldas ante el pueblo de México, con quien se ha comprometido a combatir la corrupción, a la que considera responsable de la inseguridad y la pobreza en la que se viven millones de personas, pero él dijo en campaña y lo reiteró en el zócalo la noche del 1 de julio: “no les voy a fallar”. Los mexicanos, jóvenes, mujeres y adultos mayores, de todos los rincones del país, le tomaron la palabra, confiaron en él a ciegas, muchos, hasta se olvidaron de la importancia de la división de poderes,  del sistema de frenos y contrapesos que Montesquieu propuso allá por el siglo XVIII, para acabar con el absolutismo del Rey, para que no tuviera el poder absoluto para proponer y aprobar leyes a su antojo. El partido que Andrés Manuel creo y los candidatos que él postuló, tienen hoy la Presidencia de la República y el Congreso de la Unión, a diferencia del gobierno del Partido Acción Nacional que por primera vez, en el año 2000 sacó al PRI de Los Pinos,  en aquella ocasión no obtuvo mayoría en el Congreso, por lo que Vicente Fox se quejaba del Congreso, que no le permitía avanzar, a grado tal, que en el año 2004 promovió una controversia constitucional ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación, por los cambios que la Cámara de Diputados le hizo a su iniciativa de presupuesto público. El 1 de julio más de 24 millones de electores pasaron por encima del PRI y del PRD-PAN, que de forma desesperada buscaron  bajar a Andrés Manuel de las preferencias electorales, incluso empresarios poderosos hicieron gestiones para que declinara el candidato del PRI José Antonio Meade, a favor del candidato del PAN-PRD, Ricardo Anaya, por considerar que era el único que podía ganarle a López Obrador, sólo declinó Margarita Zavala, la candidata independiente, pero seguro, la mayoría de sus seguidores optaron por Andrés Manuel. No obstante que las encuestas serias fueron firmes en augurar el triunfo de López Obrador, hicieron todo lo posible por ganar a través del fraude, comprando a los representantes de casillas, comprando credenciales de elector y acarreando votantes a las urnas a cambio de pagos, pero no sabían que la gente los engañaría, que en secreto votarían por “ya saben quién”, de ahí, que algunos priístas y perredistas hoy digan, “nosotros le acarreamos la gente a MORENA a las urnas”. La lección, cuando hay liderazgo, no hay barreras que valgan.