Hay resistencias

Felipa Nery

Andrés Manuel López Obrador ha dicho que quiere pasar a la historia como un buen Presidente de la República, también ha dicho que quiere ser el impulsor de la IV transformación del país, la primera se inició en 1810, con la Proclamación de la Independencia y la abolición de la esclavitud, encabezada por Miguel Hidalgo y Costilla, en contra de la explotación por parte de la Corona Española; la segunda, con el Presidente Benito Juárez, quien a partir de 1958 inició la defensa del país del auto golpe de Estado impuesto por el Presidente Ignacio Comonfort, quien desconoció las leyes de Reforma que quitaban privilegios al clero; la tercera vino con Francisco I. Madero, quien encabezó al pueblo de México, en contra del gobierno tirano que por 30 años mantuvo Porfirio Díaz; en ambas etapas, corrió la sangre de miles de mexicanos que murieron en esas luchas en contra de los abusos de los poderosos; dos de los impulsores de estas luchas, fueron asesinados por quienes se oponían a los cambios, a Miguel Hidalgo lo capturaron, le formaron consejero de guerra, fue condenado a muerte y su cabeza fue exhibida, como advertencia a sus seguidores; en el caso de Francisco I. Madero, este fue derrocado del gobierno después de un año de  asumir el poder, mediante un golpe de estado perpetrado por Victoriano Huerta, quien ordenó al sobrino de Porfirio Díaz, el general Félix Díaz, el asesinato del Presidente Madero, junto con el vicepresidente José María Pino Suárez. Actos, que ni condenó, ni combatió la Suprema Corte de Justicia de la Nación, sino por el contrario, mediante misiva de fecha 22 de febrero de 1913 se mostraron como dóciles corderos al felicitar  al usurpador Victoriano Huerta y le ofrecieron lealtad y colaborar “en la importante medida que la Carta Fundamental le señala, a tan alto fin, a realizar empresa tan patriótica y tan noble”. Al asumir el Poder Francisco I. Madero en 1911, al frente del Senado de la República quedaron los leales de Porfirio Díaz, lo mismo que en la Suprema Corte y al frente del Ejército, por lo que no les fue difícil derrocar a Francisco I. Madero.  Hoy, para esta IV transformación que Andrés Manuel López Obrador pretende alcanzar, no tuvo que dispararse una sola arma para obtener el triunfo en las urnas, donde más de 30 millones de mexicanos  le confiaron el Poder Ejecutivo y la mayoría en el Congreso de la Unión, a pesar de esta legitimidad para llegar al poder, ya enfrenta resistencias, como las de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, en la que están al frente hombres que han sido designados por el actual sistema de gobierno en el poder, y han expresado su negativa a renunciar a los privilegios que tienen en el Poder Judicial, con el argumento de que los reciben para no doblegar la vara de la justicia, sin embargo, de este estado de corrupción en el que se encuentra el sistema político mexicano, no se salva el Poder Judicial, que es cuestionado no sólo por la ineptitud y lentitud en la aplicación de la justicia, sino también por la corrupción.