AMLO decidido a cambiar el rumbo

Felipa Nery

Una noticia mala para los mexicanos se conoció no sólo en nuestro país, sino en el mundo, y es que de 180 países evaluados por Transparencia Internacional, México aparece entre los más corruptos, en el lugar 138; mientras que en el 2017 México se había colocado en el lugar 135, en vez de mejorar, retrocedimos. A pesar de que en el gobierno de Enrique Peña Nieto se aprobó la creación del Sistema Nacional Anticorrupción, después del escándalo por la “Casa Blanca”, nadie se creyó que con ese sistema se pretendiera combatir la corrupción que se da en el gobierno, donde los administradores de los recursos públicos se aprovechan para utilizarlos como les viene en gana. Antes de crearse el Sistema Nacional Anticorrupción, México ya tenía controles internos y externos para revisar que el presupuesto público se ejerza debidamente, el control interno se realiza durante la gestión gubernamental, por parte de la Secretaría de la Función Pública, dependiente del Poder Ejecutivo, y posteriormente, la Auditoría Superior de la Federación, que es el órgano técnico especializado de la Cámara de Diputados, se encarga de fiscalizar el uso de los recursos públicos federales de los tres poderes de la Unión, los órganos constitucionales autónomos, los estados y los municipios; pero también contamos ya en este país, con un órgano constitucional autónomo llamado Instituto Nacional de Acceso a la Información y Protección de Datos, que se encarga de garantizar el acceso de las personas, a la información pública, es decir, que cualquier persona puede preguntar y tiene derecho a recibir la información, sobre cómo se gastan los recursos públicos. A pesar de ya existir éstos órganos encargados para controlar la fiscalización de los recursos públicos, que no sean despilfarrados, o que no vayan a parar en las bolsas de algunos funcionarios en contubernio con particulares, los hechos de corrupción se siguieron dando en la administración pública y las pruebas están en todo el cochinero que ha ido encontrando y exhibiendo el Presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, para empezar, los miles de millones de pesos que se perdían con el robo de combustibles, que se daba en contubernio con los más altos niveles ejecutivos de PEMEX, que permitían la salida de pipas llenas de gasolinas desde los complejos petroquímicos, o los buques tanques en Alta Mar,  hasta los pequeños huachicoleros de las comunidades; el derroche de los recursos públicos con vehículos blindados que traía el Presidente en turno, los ex presidentes y sus familiares. Pero como los gobernantes aprendieron a ser tapaderas, a hacer componendas y a darle la vuelta a las disposiciones normativas que castigan la corrupción y malversación de los recursos públicos, entonces su respuesta era, que no había violación a la ley, que todo se hacía conforme a derecho, pero todo esto se daba, porque las complicidades venían desde la cúpula, todo mundo se enteraba de los enriquecimientos indebidos de la noche a la mañana, y no se castigaban, por lo que esta corrupción fue permeando hasta los más bajos niveles y a gran parte de la sociedad, porque todos decían que si roban los de arriba, entonces yo porqué no. Hoy las cosas empiezan a ser distintas, porque el Presidente López Obrador, da muestras del combate a la corrupción, sin importarle los riesgos que corre.