Sacerdote malvado

Felipa Nery

La noticia de los últimos días, el asesinato de Leonardo Avendaño, joven que aspiraba a ser sacerdote y participaba como monaguillo en la iglesia de Tlalpa, en la Ciudad de México, donde  oficiaba las misas el sacerdote Francisco Javier, quien habría sido su verdugo, ya no nos sorprende, lo que causa sorpresa es que la gente siga considerando santos a esos “diablos” que portan sotanas, que  la gente no se atreva a creer de lo que son capaz,  quizá esas personas que dudan y defienden la inocencia de sus guías espirituales, que son acusados de delincuentes, es porque son personas buenas, porque en ellos no cabe la malicia, ni la perversidad que se encierra en la mente de esos religiosos que llegan a las iglesias con el fin de aprovecharse de las angustias, humildad, generosidad e inocencia de la gente que va en busca de “la salvación de sus almas”. Todavía estábamos en los comentarios del asunto que se dirime en los Estados Unidos de Norteamérica, del pastor Naasón Joaquín García, director de la iglesia protestante “Luz del mundo”, que en el Estado de California habría cometido diversos delitos en contra de menores de edad, a quienes habría obligado  a tener relaciones sexuales con él, bajo amenazas psicológicas y morales, de que esos eran los mandamientos de Dios, que debían complacer a su representante en la tierra, cuando llega este nuevo caso delictivo que involucra a un religioso. Son muchas las acciones malvadas de las que hemos conocido en los últimos tiempos que realizan los representantes de las iglesias, de las distingas religiones, que aprovechándose de su poder e influencia sobre las personas, desde niños, mujeres y hasta hombres, como el caso de este joven de 29 años de edad, que habría sido asesinado por el sacerdote en quien él confiaba, porque compartía con él en las homilías. Sacerdotes y pastores, de todas las iglesias deben ser mantenidos bajo estricta vigilancia de la autoridad, estas no pueden seguir haciendo mancuernas con representantes religiosos para obtener beneficios políticos, como hemos visto en los últimos tiempos que hacen los políticos de todos los partidos políticos. La separación de las funciones entre la iglesia y estado que marca la constitución, debe ser una realidad, no sólo un enunciado de buenas intenciones. Definitivamente, no podemos esperar que estas personas sean buenas y mucho menos que sus intenciones sean trabajar por la “salvación” de los otros. Las iglesias nacieron como una forma más de intentar controlar a la sociedad, en contubernio con los monarcas. En lo que tiene que trabajar el Estado, es en lograr que la educación permita a las personas alcanzar su libertad, para que no estén sujetos a ninguna creencia que los fanatice y los convierta en servidumbre de nadie, la educación científica tiene que ser la meta a alcanzar del Estado. Ahora que en México vivimos graves problemas de violencia, desintegración familiar, pérdida de valores, el Estado no debe dejar a la iglesia la tarea de recuperar los valores; corresponde al ámbito educativo adoptar estrategias para introyectar esos valores en las personas, para no permitir que las distintas religiones se sigan aprovechando de las angustia que vive hoy la sociedad, o empoderarlos más para convertirlos en monstruos de mil cabezas, como este sacerdote que habría privado de la vida al joven Avendaño.