El pintor le propuso hacerle un retrato a Anne Sinclair cuando era una adolescente de catorce y le respondió que no
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PARÍS, 17 MAY.- Pablo Picasso le propuso hacerle un retrato cuando era una adolescente de catorce y le respondió que no, pero ahora Anne Sinclair, exmujer de Dominique Strauss-Kahn, reconoce que si el pintor español lo hubiera hecho cuando ella tenía dieciocho, “le hubiera dicho que sí” .
A Sinclair no le cuesta reconocer en una conversación en París que salió corriendo cuando el artista al que representó su abuelo, el marchante Paul Rosenberg, se lo propuso.
Picasso la asustó definitivamente cuando le dijo a su madre: “A tu hija la pintaría, veo ojos por todos lados” .
Se imaginó en un lienzo con su rostro desestructurado, como el de Dora Marr, la mujer de Picasso: “sabe, ¿no?, tan atormentado…” , y evitó así quedar inmortalizada por el genio.
“No se puede decir que yo tuviera mucho olfato” , admite ahora sobre aquel episodio Sinclair -una estrella del periodismo en Francia pero más conocida para medio mundo como expareja del antiguo director del Fondo Monetario Internacional, FMI-, en una entrevista sobre un libro al que puso palabras finales en Nueva York.
Obligada a permanecer en aquella ciudad (donde nació en 1948) mientras se resolvía el contencioso de su marido con la Justicia, que archivó el caso por presunta violación de una empleada de hotel, Sinclair veía entonces en Nueva York un “objeto hostil” -ahora ya no, matiza- y el “asunto” le obligó a retrasar la publicación del libro.
En la entrevista , aceptada por Sinclair para hablar únicamente de su libro, “Calle la Boétie 21” , que publica ahora en España Círculo de Lectores, cuenta que en él indaga sobre el abuelo Rosenberg y su familia a partir de un trámite administrativo en París en 2010 que le hizo preguntarse sobre sus orígenes.
Ese trámite se correspondía “con una situación política general en la que para renovar los documentos de identidad había que demostrar que una era francesa desde varias generaciones y eso me pareció insoportable” .
Por un cambio de apellido obligado como familia judía, el destino de los Rosenberg cambió radicalmente con la invasión nazi; el marchante Rosenberg abandonó Francia, su galería en el número 21 de la calle La Boétie (de ahí el título) y a Picasso.
“Mi abuelo le garantizaba una especie de contrato permanente -cuenta sobre la relación con Picasso-. Tenía un contrato de ‘primera vista’, es decir, Picasso, cuando había pintado un cuadro, se lo enseñaba a él el primero y mi abuelo le decía si se lo quedaba o si podía enseñárselo a otro”.