Felipa Nery
Es verdaderamente frustrante el panorama y los mensajes que México envía al mundo, que somos un país de la barbarie, del caos, de la corrupción, de la impunidad, de un estado fallido, donde existen muchas leyes, instituciones y jueces, pero no hay justicia, por lo que la sociedad tiene que hacerse justicia de propia mano. Llevamos ya más de 10 años de esta guerra contra la delincuencia y los problemas de violencia e inseguridad en el país no han disminuido, por el contrario, han ido en crecimiento, el Estado ha sido incapaz de hacer frente a las realidades de desigualdad que viven millones de mexicanos ante la falta de una educación y cultura que les permita alcanzar su libertad; lejos estamos de conseguir que se hagan realidad esos principios que enarbola el artículo tercero constitucional, que señala que la educación que imparta el Estado tenderá a desarrollar armónicamente todas las facultades del ser humano y fomentará en el él
el amor a la patria, el respeto a los derechos humanos y la conciencia de la solidaridad
dónde está esa educación que debe luchar contra la ignorancia y sus efectos y que le permita a los pueblos el mejoramiento económico, social y cultural?, dónde está esa educación que debe contribuir a la mejor convivencia humana, a fin de fortalecer el aprecio y respeto por la diversidad cultural, la dignidad de la persona, la integridad de la familia, la convicción del interés general de la sociedad, los ideales de fraternidad e igualdad de derechos de todos, evitando los privilegios de grupos?, ¿dónde se hacen realidad esos principios constitucionales?, ¿Dónde?, porque la realidad que nos muestra el México de hoy es de barbarie, de ignorancia, caos, de desigualdad, de violación de derechos humanos, de falta de solidaridad, de ausencia de oportunidades y ante todo, de respeto a la dignidad humana, a la integridad de la familia. El Estado ha fallado. México es un estado fallido, y se constata, cuando una turba indignada por la falta de respuesta de las autoridades al combate de la delincuencia, se hacen justicia de propia mano, linchando a los delincuentes de la misma comunidad, actúan contra ellos, peor que si se tratara de animales, los golpean, les prenden fuego y de esa forma se deshacen de ellos, realizan estos actos, para tratar de enviar mensajes a otros delincuentes, que lo mismo les puede ocurrir. Sin embargo, hechos como los ocurrido el pasado fin de semana en Yehualtepec, Puebla, donde lincharon y quemaron vivos a cinco hombres, no va a resolver el problema de los delincuentes, que no encuentran otra oportunidad para sobrevivir, más que despojando de sus pertenencias a aquel que tiene lo que a él le falta, porque quizá ese delincuente no tuvo una educación que le permitiera ganarse el sustento de forma lícita y honesta, y tampoco se le enseñó el respeto a los derechos de los demás, pero sobre todo, que al saberse de los grados de corrupción e impunidad en las autoridades, cada día son más los sujetos que se animan a delinquir, porque saben que la corrupción y la impunidad están incrustadas precisamente en esas instituciones que deberían hacer valer el Estado de Derecho.