Luis García
Sus ojos desorbitados querían salirse de su lugar. No podía dimensionar lo que estaba pasando a través de esa ventana de muchas imágenes que le llama televisor. Ella nunca pensó llegar a ver que lo que por tanto había luchado, es realidad. Ahí estaba sentada en la sala de su casa, eran las once de la mañana aproximadamente, a su lado el bullicio de los demás integrantes de la familia, parecía poco importarle, pues era mucho, pero mucho más interesante ver, el momento en que la persona con la que luchó hombro a hombro, con quien caminó largas horas sobre el pavimento asfáltico, estaba siendo investido en la figura presidencial de México. Sus ojos comenzaban a denotar unas leves lagrimas, mismas que limpiaba con sus manos arrugadas por los años y por el ardiente sol que cae a diario en las comunidades chontales de donde procede. La voz sonora de quien conducía el evento para la televisora que trasmitía el cambio de poderes del gobierno, ahora de México, antes de la República, provocaba que los sentimientos encontrados, salieran a brote y que las imágenes de un personaje salido de la cultura popular, hoy estuviera tomando protesta. Sentía como esa parte de su Ser se emocionaba como cuando uno de sus hijos se titulo de una licenciatura, era algo que cubría todo su cuerpo a grado de estremecerla. Y ahí estaba Andrés Manuel López Obrador, jurando ante el pueblo de México que cumpliría con los compromisos ofertados, pero además con su conciencia plena de hacer un mejor país. En Tabasco mientras tanto, en las casas, en las oficinas, en los restaurantes, todos estábamos esperando, sabiendo de antemano que por muy mal que nos vaya, seguro estamos, que nos irá bien. Se había cumplido el anhelo de millones de personas que acompañaron siempre al entonces licenciado López Obrador, hoy Presidente López Obrador. La mujer de unos 70 años, inexpresiva, como su naturaleza misma. Sólo seguía secándose las lagrimas que muy levemente salían de sus ojos, ella sabía que parte de ese logro, ella y toda su familia, sus hijos, sus hermanos, tenían que ver. Nunca pidió nada por ir a caminar, por acompañar al hoy Presidente de México en sus mítines en donde llamaba a continuar la lucha democrática, esperando que los resultados le fueran favorables. Al final regresaban a sus casas, derrotados, tristes, porque de nuevo los habían robado. Por ello el pasado primero de julio, la alegría de su corazón, desbordaba, como desbordó el sábado cuando veía a su más grande ídolo, juramentar como Presidente de todos los mexicanos. Así como ella en Tabasco, millones en el país, pensaban lo mismo, siguieron la trasmisión de todas las televisoras, tanto públicas, como privadas. Como cada seis años se cumplió el ritual de transmisión de la toma de posesión del nuevo Presidente de todos los mexicanos, pero esta vez era especial, porque significaba el triunfo de la democracia de carne y hueso de la que habla Don Enrique González Pedrero. El triunfo de un tabasqueño que cruzo todo el país, desde Yucatán hasta Baja California. Andrés Manuel López Obrador. Tabasco y el Sureste vivirán una nueva realidad, ha llegado la hora del Sur-Sureste, la hora de los pueblos indígenas, de la gente con carencias, del que no tiene nada. Hoy México vive un gobierno distinto, más cercano a la gente. El verdadero cambio ha llegado
CIERRE.- Hoy regreso a hacer lo que más me apasiona. Escribir, estar en el comentario de las personas. Realizar el periodismo que me enseñaron, aquí precisamente en diario AVANCE-Tabasco, desde hace ya algunas décadas. Tres etapas distintas, la primera con la columna “avuelamáquina”, nombre dado por el director Luis Sánchez-Arriola Mercado; el segundo con “La Columna de Luis García” y ahora iniciamos con “Palabra pública”. Nos estaremos viendo por el momento dos veces a la semana. Lunes y viernes
Nos leemos luego.