José Martínez
Una preocupación no sólo para los empresarios sino también para los ciudadanos en general, es la inseguridad en el estado. Por supuesto que no son menos importantes los apagones en el suministro de la energía eléctrica, pues significan pérdidas en la economía familiar y empresarial.
En este sentido, el reclamo de la dirigente de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo (Villahermosa), Susana León Sánchez, hacia la actual administración encabezada por el gobernador Carlos Manuel Merino de no heredar problemas al próximo gobierno es legítima, aunque la realidad es imposible que a pocos días de que las actuales autoridades resuelvan esta situación.
Será una herencia que pesará mucho al gobernador electo, Javier May Rodríguez, y una exigencia generalizada, ya que en el caso de la violencia ha ido empeorando desde hace alrededor de 4 años. El problema es que este tipo de asunto ya se ha ido normalizando en ciertos sectores de la población pero el riesgo para la gente es latente, sobre todo ante la pérdida de vidas humanas.
En Tabasco hemos perdido el espacio público ante la delincuencia que cada vez está más organizada en detrimento de la ciudadanía, cada vez que deseamos salir con familiares o amigos a los parques u otro tipo de lugares de esparcimiento no sentimos la confianza de estar seguros ante cualquier percance en que pudiéramos resultar lesionados por un ataque fortuito sin que nadie pueda evitarlo. No sentimos la libertad con que hace muchos años solíamos convivir con otra gente sin sentir ningún temor.
¿Qué nos ha pasado como sociedad? ¿Por qué razón la inseguridad pública ha aumentado sin que podamos hacer nada al respecto? ¿Cuál es el papel que las autoridades encargadas de prevenir la delincuencia han llevado a cabo? Es tan grave el asunto que heredaremos, pues ni en las comunidades más apartadas en la entidad se vive exento de no sufrir algún tipo de atraco. Vivimos en la incertidumbre, en la zozobra.
Esperamos que con las reformas propuestas por el Gobierno federal al Poder Judicial disminuyan los índices de la delincuencia, que la impunidad no sea el pan de cada día y que los cuerpos de policía junto con la Guardia Nacional, el ejército mexicano y la Secretaría de Marina unan fuerzas contra la delincuencia.
HABERES
El presidente Andrés Manuel López Obrador, estuvo a punto de ser agredido el domingo pasado en el puerto de Veracruz. Un individuo, que participó en la toma violenta del Senado de la República para impedir la aprobación de la Reforma Judicial, falló en su intento de golpear con una botella de agua al mandatario en el momento en que arribaba al lugar donde sostuvo un encuentro con la gobernadora electa, Rocío Nahle García.
El incidente, que se dio en medio de una protesta de trabajadores del Séptimo Circuito del Poder Judicial de la Federación, fue festinado por los adversarios políticos de López Obrador. En redes sociales dieron rienda suelta a su odio y resentimiento hacia el político tabasqueño casi inmediatamente después de ocurrido ese lamentable hecho.
El presidente se refirió a ese episodio. “Ayer me tiraron una botella de agua, pero como yo empecé jugando béisbol, hasta la pude haber agarrado, pero no pasó a mayores, entiendo que están enojados, molestos. Por esto mismo ellos quisieran que no cambiara nada, el conservadurismo viene precisamente de mantener, pero eso ya no se puede, se les va a ir pasando el enojo”, dijo.