Textos de filosofía moral y estudios sobre cohesión social destacan que la disposición al diálogo y al entendimiento es fundamental para reducir conflictos y fortalecer el tejido social
David Morales/AVANCE
El Día de la Buena Voluntad se asocia tradicionalmente con el 26 de diciembre y se vincula con valores de armonía, reconciliación y convivencia pacífica entre las personas. La denominación aparece en calendarios culturales y tradiciones europeas como una extensión del mensaje de paz y fraternidad posterior a la Navidad.
Desde el ámbito histórico y religioso, estudios bíblicos y documentos de teología señalan que la expresión “buena voluntad” proviene de textos del Evangelio de Lucas, donde se alude a la paz entre los seres humanos. Esta idea fue adoptada con el paso del tiempo como un principio ético asociado a la convivencia social más allá del ámbito estrictamente religioso.
Investigaciones académicas en ciencias sociales explican que la buena voluntad ha sido un concepto recurrente en la construcción de normas comunitarias. Textos de filosofía moral y estudios sobre cohesión social destacan que la disposición al diálogo y al entendimiento es fundamental para reducir conflictos y fortalecer el tejido social.
En el contexto contemporáneo, organismos internacionales dedicados a la paz y al desarrollo humano, como la Organización de las Naciones Unidas, han retomado el valor de la buena voluntad en programas de cooperación, mediación y resolución pacífica de conflictos. Estos enfoques subrayan la importancia de la empatía y la solidaridad como herramientas sociales.
El Día de la Buena Voluntad invita a reflexionar sobre la convivencia cotidiana. La efeméride recuerda que la paz social no se construye sólo desde las instituciones, sino también desde las acciones individuales basadas en el respeto, la comprensión y la disposición a colaborar con los demás.