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La rapiña como costumbre, un riesgo para todos

La rapiña como costumbre, un riesgo para todos

POR: SINUHÉ CASANOVA MAGAÑA

Lamentablemente en estos días tal parece que para nadie será ‘alarmante’ escuchar o saber de actos de rapiña en Tabasco, ejemplos sobran. De los últimos, el ocurrido hace algunos días, donde un tráiler que procedía del municipio de Centla y que transportaba alrededor de 90 semovientes se salió de la carretera a la altura de Medellín y Pigua, en el municipio de Centro. Quedó la unidad volcada a la orilla de la carretera con algunos animales muertos, otros golpeados y algunos menos, con mínimas evidencias de este accidente, como se logró constatar por fotografías y videos que circularon en redes sociales.

Independiente de la causa que originó el accidente, resulta alarmante el acto cometido por las personas que se dedicaron a la rapiña en el lugar, al grado de empezaron a destazar a los animales muertos, a matar a los que quedaban vivos para repartirse la carne; otros, se llevaron los animales vivos con destino desconocido. Lo más vergonzoso es que gran parte de este ROBO se realizó frente a la Policía, tanto estatal como federal. Es decir, la ‘autoridad’ nada pudo hacer para actuar ante un ilícito que se cometía en flagrancia. Al parecer los policías argumentaron que no podía hacer mucho puesto que eran superados en número (sí, también me resulta difícil creer en esa justificación).

Del chofer del accidente poco se supo. Todo giró en torno a la rapiña que se cometía, frente a niños y jóvenes. ¿Será este un buen ejemplo para ellos y para la sociedad en general? Es decir, ante de la desgracia de una persona (el chofer y los dueños de los semovientes) estas personas se encargaron de hacer más grande el drama.

En los días siguientes, una camioneta que transportaba pescado sufrió un percance similar y de nueva cuenta la rapiña se hizo presente. Recuerdo la tragedia que se registró en el año 2015 en Palo Mulato, Huimanguillo, donde una pipa que transportaba combustible se volcó y personas acudieron a cometer actos de rapiña, pero lamentablemente una chispa originó que se incendiara la pipa dejando un saldo de 2 muertos y unas 27 personas heridas de gravedad. Y así, podemos seguir dando ejemplos, lo que genera la hipótesis que la rapiña se empieza a convertir en una costumbre.

Resulta grave que las autoridades no estén preparadas para actuar cuando suceden accidentes de este tipo y que frente a ellos se permitan actos de rapiña. Tal parece que ahí existe un vacío de autoridad y de capacitación; por otro lado, las personas que la cometen, no hay justificación alguna para esos actos, finalmente es un delito y por tanto tiene un castigo. Pero reitero, ese vacío que existe por la falta de aplicar la ley poco a poco le ha ido ganando terreno lo ilícito.

Estos actos han desatado cierto debato público, que van desde que las familias tienen hambre y, ante la escasez de trabajo, recurren a estas acciones y la justifican, señalando los actos de corrupción de diversos funcionarios públicos, tanto de otros estados como del nuestro, refiriéndose principalmente a los que hoy se encuentran detenidos o en prisión. Esta ‘justificación’resulta alarmante como sociedad, porque si bien es cierto que existe un mal ejemplo por algunos de los que administran recursos públicos, la sociedad en general no debería caer en este tipo de ilícitos. Permitirlo nos puede llevar a un nivel de descomposición social mayor, donde los valores solo podremos saber de ellos como concepto y no como una práctica cotidiana.

Finalmente es necesario reafirmar enérgicamente que cualquier acto que sea un delito debe conllevar un castigo, conforme a la ley. No existe justificación alguna para comer actos de rapiña o para desaparecer dinero público; ambos son delitos y deben ser castigados. Urge eliminar esos vacíos donde la ley es letra muerta. Debe evitarse que la ilegalidad se transforme en hábito.